viernes, 14 de marzo de 2014

LA PLAYA DE MADRID



Cuando era pequeña yo quería ir a la playa de Madrid. Mis hermanos, mayores, me tomaban el pelo y yo no sabía por qué. A mis padres de vez en cuando les encantaba escaparse a Madrid al teatro, de compras, a conectar con otro ambiente...y yo en mi mente, asimilada ese gusto con el placer del mar.
Está claro que yo no veraneaba en la costa y poco sabía de ella. El campo, una piscina de agua helada cristalina, coger y partir piñones...esas eran mis vacaciones estivales. De lo demás me llegaban campanas que yo recreaba como me venía en gana. El mundo que no conocía, que era casi todo, fue durante mucho tiempo, algo que yo me inventé.

Así nos puede seguir ocurriendo si, a pesar de hacernos mayores y tener tantos medios para viajar, preferimos quedarnos aquí, en casa, rodeados de lo cercano, de lo conocido, de aquello que dominamos y del ambiente en el que nos sentimos reyes. Eso sí, claramente cabezas de ratón.

Siempre oí decir a mi madre que ella prefería ser cola de león y yo me la imaginaba colgada del rabo del gigante felino y no entendía que viera placer en ello. Ahora, claramente, me apunto al carro. Mientras más viajo, más disfruto y adquiero mas conciencia de lo que me queda por conocer.

Quien viaja poco, poco conoce de la diversidad de culturas y pensamientos. De la cantidad de bellezas distintas que existen. De las ciudades hermosísimas que pueblan el mundo, de sus costumbres, de su gastronomía .

Cuando conozco a una persona me encanta hablar con ella de otros lugares. Me apasiona que me cuente sobre aquel sitio que yo nunca visité o compartir con ella impresiones sobre viajes comunes. Me parece que si ha viajado, será rica en experiencias y podré aprender de ella cosas nuevas. Me encanta que me hable de aromas, de aire, de colores, de luces, de sabores...Suelo escuchar embobada imaginando cómo y cuando emprenderé una nueva aventura.

Pero a veces lo que encuentro son personas pagadas de sí mismas, que se sienten encantadas de conocerse y que creen que tienen lo mejor, que conocen lo mejor y no desean saber nada más. A esas personas les basta con conocer su ciudad y no se dan cuenta de que si la comparasen con otras puede incluso parecerles más hermosa. Les basta con conocer a personas que piensan como ellas, porque con ese tipo de personas se sienten cómodos. No se dan cuenta de lo que se pierden. De que cuando de verdad se aprende a valorar es cuando se tienen muchos puntos de referencia. Y quizás, quizás, al final lleguen a la conclusión de que quienes más les gustan son sus allegados...pero a lo mejor no.

Cuando sales y vuelves...todo se ve distinto. A veces cuesta adaptarte a tu anterior tipo de vida, a tus anteriores amigos...Algunas personas regresan con aire altivo,despreciando el provincianismo de su lugar de origen.Pero si de verdad has aprendido algo de tu aventura, volverás a disfrutar con esas personas que dejaste atrás y simplemente las considerarás  diferentes y por lo tanto también interesantes.

Viajar siempre será bueno para ti, te dará una visión del mundo mucho más real.Y no caerás en el error de ir a Madrid, con la maleta llena de bañadores, pareos, chanclas y cremita. 


 

 


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